Vidas Pasadas XIV

 

XIV

 

Annabel no solo había encontrado una novia sino una excelente compañera de estudios, que junto con Alexandra hacían todo juntan, la pequeña Alexandra era también una excelente estudiante, últimamente parecía estar muy triste, Annabel, aunque sospechaba los motivos no quería comentarlo, hacía ya semanas que Alexandra dejo de prestar atención en clase ni se reunía con ella en la biblioteca.

Alexandra se encontraba en un predicamento, aunque ya lo había hablado con su madre, la mujer había comprendido la situación en que su hija se encontraba fue la suya hacía veinte años atrás, aunque nunca se le paso por la mente que a su hija le gustaran las mujeres.

Alexandra no había aun comentado quien le gustaba, la pequeña chica se había enamorado de la profesora Calderón le fascinaba esa mujer de treinta que con gran elegancia era su perdición. Alexandra tenía su complejo por ser con más aspecto de niña que sus amigas, la primera fantasía que tuvo fue con Annabel, ya varios años atrás viéndole el generoso escote, ella por más solo tenía dos pequeños limoncitos, de Camila y Fabiola lo que más le gustaba era las piernas; eran esbeltas ya que sus amigas eran por mucho más altas que ella, que con su escaso 1.57 cm su cuerpo un poco rollizo muy poca sexy se sentía, lo único le agradaba de su ser eran sus ojos ambarinos, que eran muy expresivos.

Siempre sintió un poco de celos de Annabel por como la Sra. Calderón la trataba, deseaba que a ella la tratase igual, pero como Alexandra era muy retraída, en su mundo ficticio nunca pudo ser como Camila o Fabiola que eran extrovertiditas, ella se parecía un poco a Annabel pues la pelirroja también era retraía, y por eso se hizo amiga de Annabel.

Sabía que su enamoramiento de la Sra. Calderón era pasajero, pero no había una chica de sus edades que le hiciera sentir las famosas mariposas en el estómago, a lo mucho el pequeño ardor en su entrepierna que ya había sabido controlar. Y por ser soñadora solo leía e intentaba escribir sonetos de romance soñando con alguna vez tener el valor de dárselos a su profesora aun sabiendo que era casada, moría un poco cada día. Para ella la profesora Calderón le recordaba a la inalcanzable Helena, o la lánguida Berenice de Edgar A. Poe.

¿Cómo no buscar en la literatura a alguien que nunca podrá amar? ¿Cómo no buscar en alguien la musa que la inspiraba? Pensaba Alexandra mientras escribía unas rimas que su corazón esparcía:

 

   ¿Estás conmigo mi ángel?

Siento el frio de mi soledad, guíame por los cipreses

Sedienta en la noche eterna,

A un océano de distancia, solo brilla la estrella del norte

Yendo hacia ti me pierdo en esta existencia.

En el campo yermo, siento mi autodestrucción

Con el miedo cargo mi cruz

Ven acompáñame ángel mío desde donde estés

Solo ilumina mi oscuridad

Ciega me estremezco con cada paso que doy.

Buscando el refugio que no me concedieron

Los dioses de cielos y los demonios de los infiernos

Con la tortura del olvido

Y la oscura nada que envuelve mu corazón.

Deseando ya el abismo

Paz de la muerte aun cuando el olvido me persiga hasta allí.

 

Mientras miraba a su musa la que en las noches inundaban sus sueños, que solo al despertar se convertían en pesadilla.

La pequeña peli castaña comprendía que sus sentimientos por la profesora era acaso pasión, por cómo le inculcaba ese amor que ella tenía por las letras. Pero tenía que comentarle a Annabel, y no sabía cómo contarle. La clase transcurrió normal: los mismos chistes bobos, el perfume afrutado de su profesora que le hacía soñar, las miradas con las que la devoraba, buscando y pequeños resquicios donde penetrar en su alma. Afuera el sol deslumbraba, pero ella sentía que no podía ser más frio el día.

El timbre sonó aun cuando Alexandra vagaba en sus pensamientos, solo sintió los pasos de los muchachos saliendo y también se levantó y buscando con la mirada a Annabel que ya de la mano iba con Paula y una pequeña punzada de celos sintió de ellas, su relación. Apurando el paso las alcanzó.

— Chicas necesito hablar con ustedes, no sé cómo decirles esto o aun siquiera si quiero decirlo, ya he hablado con mi mamá ella me apoya, aunque no sabe todo— Dijo Alexandra ruborizándose. Annabel la vio con ternura, era su amiga y no solo su compañera de estudio, le responde:

— Tranquila cielo, vamos a tomar algo y lo cuentas. — Annabel sospechaba la tribulación de su pequeña amiga y sintió un poca de remordimientos por con la pequeña ojos Ámbar tiene la valentía de comentar algo muy personal y que ella Annabel no lo hizo antes.

Las tres estudiantes fueron a la cafetería e hicieron su pedido habitual de pastelillos y café o jugos, para cargadas de comida y libros llegaron la mesa más próxima al bosquecillo. Alexandra, aunque tenía ansiedad ya había meditado su decisión y estaba segura que Annabel y su novia no la juzgarían, lo único que la entristeció fue que Camila y Fabiola no estaban con ellas, pues las dos con sus tremendos galanes ya casi no pasaban tiempo con ella. Naturalmente Alexandra también les daba espacio no quería ser mal trío, por ello ya no pasaba mucho tiempo con ellas.

La pequeña solo de imaginar a las dos tortolitas no lo soportaba, ella felices y Alexandra triste y sin nadie. Alexandra después de darle unos bocados a su pastel se explicó:

— Chicas, debo decirles que sé que soy como ustedes, nunca te lo dijo Anna porque aún no lo había aceptado yo misma, pero hablando con mamá comprendí que se los debía contar, el problema es quien me gusta, me gusta la profesora Calderón y sé que está mal. —

 Alexandra demostraba una entereza increíble pensó Annabel, ella misma no había sido capaz de contárselo a ellas como lo ha mencionado Alexandra.

— Woao Alexandra, bueno si me esperaba que te gustara un profesor, pero nunca pensé que te gustara la profesora María, bueno ella es muy hermosa, no tanto como tu mi amor. —

Acota la pelirroja besando a la catira viendo como esta pone cara de enfado.

— Alexandra lo único que te digo que eso no es bueno yo tuve un enamoramiento platónico te acuerdas del Profe de historia bueno en un examen escribí algo y casi me mata con la mirada, sé que es difícil encontrar a una chica que te guste…— Alexandra la interrumpe.


—Supongo que lo que siento por ella es solo por la costumbre de verla y el estímulo que me ha dado para esmerarme en la materia, pero, el soñar con ella o con tan solo estar cerca de ella me hace sentir un particular y un extraño calor en mi sin mencionar el vacío en el estómago, en las noches es peor solo en imaginarla en ropa íntima se me hace agua la boca y otras partes, Anna siento que estoy enloqueciendo.

Puedo sentir sus labios en mí, pero recuerdo que está casada y en mi interior despierta una bestia deseando que ese hombre no existiera solo para poder ver una mísera señal de esperanza lucho contra eso y lo único que logro son lágrimas de amargura. — Alexandra como su amiga está en un predicamento, por un lado, solo le gusta esa hermosa profesora que la hace suspirar, pero por el otro quiere encontrar a una chica que le quite esos pensamientos que sabe que a la larga le afectaran en su vida.

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