Vidas Pasadas XIII

 

XIII

 



Annabel caminaba de vuelta a su casa estaba feliz, había hecho el amor por primera vez en su vida y se sentía llena con una felicidad que no podía explicarse ella misma, una se había preguntado cómo se sentiría después de entregarse, y ni por asoma en sus antiguas reflexiones se imaginó esta dicha, aunque claro en aquella época pensaba era en su profesor, pero eso es pasado y sabía que eso nunca pudo ser.

Entrando a su madre, en la sala la miro con un brillo de los ojos que a Carmen le despejaron las dudas que tenía, Annabel fue hasta ella abrazando le dijo con unas lágrimas traviesas en los ojos:

— Mami, creo que en verdad me enamore, puedo decirte que me siento la mujer más feliz del mundo. — Carmen separándose un poco le pregunto:

— ¿Hija que hiciste? — Con voz entrecortada, la pelirroja le contesto con sinceridad:

— Mami me entregué a Paula y ella a mí y fue lo más hermoso que yo pude haber hecho, sé que esto no te gusta, ah para mí fue tan especial, Paula me ama mami. —

Carmen, aunque sintió como una criatura salvaje se liberaba en su interior, exigiendo un escarmiento para su hija, la bestia quedo reducida al ver la cara de felicidad de su hija, la ternura pudo que su orgullo, de todas maneras, era su pequeña.

Al fin pudo comprender a Andrés, de donde encontró el sosiego, su pequeña ya era toda una mujer, recordó la primera vez con Andrés y como su marido fue tan dulce a la hora de desflorarla, sintió alegría no tuvo las palabras para decirle, aunque no hicieron falta solo la abrazo, ya sin miedo pudo aceptar a su pequeña.

Para Annabel la vida era hermosa como nunca el año escolar transcurría con gran velocidad, estudiaría comunicación después del liceo, su relación con Carmen mejoro mucho con su padre no podía ser mejor, ahora trotaba con Paula y con su padre, de vez en cuando solo lo hacían las jóvenes, sus amigas no dejaban de darle lata al par de enamoradas de cómo era ser novias, Fabiola empezó a salir con Javier se le  veía muy feliz aunque para Annabel y Paula casi siempre era embarazoso por que Javier aun las miraba con desprecio las jóvenes amantes no se daban por eludidas, si en la soledad de su habitación Annabel se torturaba con pensamientos horribles acaso acabaría de manera violenta su vida, ella no comprendía como llegaban a ella semejantes pensamientos tan macabros.


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