Vidas Pasadas X
X
Yacía un lecho, sentía en una ráfaga de viento frío que se colaba por algún lugar no sabía por dónde pero el frío le motivo a encogerse, entonces fue cuando sintió otro cuerpo a su lado, era frágil y delicado aun así se encogió más y echándose más mantas volvió a dormir, estaba agotada y sin más cayó en la inconsciencia del sueño.
Al tiempo oyó como las
aves comenzaron el concierto matutino, hoy debería ir al mercadillo del pueblo
por algunos víveres, aborrecía ir al pueblo del que yace años huyó esa parte de
su vida que de vez en cuando le hacía llorar, sin mucho ánimo se levanta de la
cama y tras envolver su cuerpo en una manta vio a la pequeña rubia que aun
dormía en el lecho; sus rubios cabellos le caían sobre el rostro era una visión
maravillosa, y recordó porque huyo al bosque, por esa rubia que ahora dormía.
Recordó la noche
anterior y sus caricias sus besos y como la había hecho suya, porque era suya,
y la rubia le pertenecía. Luego fue fuera de la cabaña al pequeño pozo tomo un
cubo de agua, lo calentaría y se lavaría en un pequeño cuarto de baño al lado
de la pieza que funcionaba como dormitorio, todo era tranquilidad ya Paula se
encargaría de los pollos. Estaba terminándose de lavar se miró en el espejo de
la pared, sus ojos verdes se reflejaron en él, en ellos un brillo cristalino de
felicidad otra mañana despertaba al lado de la mujer que amaba.
Las dos habían
sacrificado las comodidades de sus familias por esa relación sabía que en este
1503 ano domine su relación era considerada una aberración, pero ellas huyeron
de eso. Sus últimos años de vida las dos solas en el bosque fueron de paz.
Aunque nadie las extrañase ya.
Atrás quedaron los
días de persecución habían sobrepasado las expectativas de vida, pero aun así
sabía que para el largo brazo de la iglesia no estaban a salvo, ella había
renunciado a todo incluso a dios, Paula un insistía en encontrar el refugio en
el ese dios que las condenaba, en cambio para Annabel ya no existía, ella
volvió a las antiguas creencias y sabía que la hoguera las podía aguardar.
Iría pueblo solo con
su hermano tenía algún contacto, compraría sal, carne y los enceres de baño,
con ese pensamiento salió preparo el caballo y emprendió el camino, en la plaza
del pueblo vio en el cepo a unos desgraciados, rápidamente llego con su hermano
e hizo la compra añoro el ruido que es empezaba a formar en la plaza y el
mercado, y con nostalgia a unos niños corretear gallinas.
Su hermano le dio la
buena nueva de la llegada de su segunda sobrina, está el regocijo, el que era
menor que ella e igual de ojos verdes pero rubios, de brazos anchos y alto, le
insistió que se quedara, pero Annabel tenía deberes en su bosque, después de
felicitarle se despido de él sin saber que sería la última vez.
Su visita al pueblo
fue rápida, y antes del medio día ya se apeaba del caballo, le quita la montura
y lo lleva a corral donde el animal corrió a sus anchas, se volvió a la cabaña
de madera que de su chimenea salía el humo, al entrar por un costado encontró a
su amada en el fogón, el exquisito aroma de un pollo y verduras asada que
inundaba el ambiente le invitaba a una comida gloriosa.
El almuerzo fue
suculento, ya en la tarde fue al pequeño cultivo de detrás de la cabaña,
cosecho una paca verdura salo la carne esa noche la ahumaría tendría el abasto
por un mes antes de volver ir al pueblo, su pequeña rubia está viéndola se le
acerca y la toma por la cintura, Annabel le dijo que volvían a ser tías, la
rubia salto de alegría, era una buena noticia, la rubia siempre añoro se madre
pero, nunca pudo se enamoró de una mujer y por ella dejo todo, sus privilegios
un pretendiente y la descendencia todo por la locura cometida ya años en el
pasado.
Aunque estaba feliz de
su vida, solo el temor a dios sabía sería condenada al infierno, pero el aroma
de Annabel le disipo esos malos pensamientos. Annabel olía a hierbas y aun poco
de sudor, y ese aroma natural que a Paula la embrujo y la enamoró, lo aspiró
con fuerza y enterrando rostro en los rojos cabellos beso ese cuello pálido, ya
el sol se ocultaba por el oeste.
Volviendo a la
pelirroja le plantó un beso en esos labios rojos, fue pausado tierno, armónico,
Annabel se afano por desprender la rubia de sus ropas y al llegar a la pieza la
tenía toda desnuda, sus rubios cabellos cubrían sus menudos pechos, Annabel
acaricio su rostro mientras la besaba con pasión, dando caricias y lamidas en
el cuello de cisne de la rubia, lentamente fue bajando sus caricias y besos
mientras los gemidos de la pequeña Paula rompían con el silenciosos anochecer.
Annabel fue besando
poco a poco el pecho pálido de la rubia, tomando, los cabellos los llevo a la
espalda de su amante, contemplo los senos medianos la rubia mientras se
desnudaba, sus generosos pechos dieron un pequeño bote al desprenderse de la
faja que los contenía, por últimos se desprendo del faldón y las enaguas sus
vellos rojizos destellaron a la luz de la lámpara.
Su lengua comenzó un
juego con los pechos de su amante, Annabel mordía y lamia cada pezón cada
pecho, para bajar su lengua en caricias por el abdomen de la rubia que
suspiraba y con cada contacto temblaba, aun que llevaban años como amante y que
se dieron mutuamente sus virginidades, Annabel sentía el mismo deseo por la
pequeña rubia a la que ahora le hacía el amor. Su lengua fue pasando por la
piel del torso bajo e invadiendo la espesa selva dorada, oliendo el fuerte y
dulzón aroma de ese sexo que la calentaba hasta fin de mundo y abriendo con su
dedos los pliegues íntimos de su amada rozando con su lengua comprobó la
humedad y las contracciones que las caricias
provocadas, la rubia sutilmente sus caderas movía acoplándose a los movimientos
cuando la pelirroja llevando sus dedos a su boca los lubrico con saliva, para
posteriormente hundirlos en las profundidades de la carnosa y húmeda intimidad
de la pequeña mujer que arqueando la espalda explota en un clímax húmedo.
La pelirroja vuelva a
transitar el recorrió con solo besos tiernos mientras la rubia que
recuperándose del fuerte placer respira entrecortadamente, pudiendo sentir con
cada beso los vestigios de su placer. Annabel llega a la boca roja entreabierta
de su dulce amante besando suavemente limpia el rostro de sudor la pálida cara
de su niña con los dedos. Sentía amor deseo como la primera vez hace años
cuando aún eran unas adolescentes.
La rubia después de
reponerse del placer obtenido, se sentó sobre el vientre de la mujer que le
mostro el amor y el gozo de la lujuria, sabía que ya estaba condenada a eterno
averno, pero como no iba a amarla, viéndola, delicada y frágil, tan frágil como
ella; siempre supo que la amó y la amaría, pero también entendía que ellas
vivían tiempo prestadas, en este mundo de injusticias.
Paula la besó
suavemente para ponerla boca abajo, entendía a la perfección como tocar a su
pelirroja como llevarla al éxtasis prohibido por dios ya no le importaba el
sufrimiento de su alma solo el gozo que ahora le proporcionaría a su amada;
beso su hombros su espalda mientas masajeaba sutilmente los generosos pechos de
la pelirroja, con besos, caricias y un pequeño rastro de caliente saliva fue
descendiendo por la espalda que tanto gozaba adorar, llegando a la parte
lumbar, con caricias en la espada oía los suaves gemidos de la pelirrojas.
Paula besando los magníficos glúteos que formaban un trasero envidiable hundido
su rostro en entre esos dos colosos para encontrarse con la última cavidad de
su pelirroja amante. Y con suaves lamidas provoco que suspiros en Annabel que
disfrutaba siempre de esa caricia. La rubia volviendo beso al completo los
muslos de excitada pelirroja, suavemente fue recorriéndolos mientras los
acariciaba con sus manos.
Llegando a eso mullido
colchón de vellos rojizos que custodiaban femineidad de Annabel, con besos y
magreando con fuerza los glúteos de su amante y oyéndola gemir, con su lengua
se deleitó con ese sabor fuerte que tanto le gustaba, pasando la lengua por ese
sexo exploró cada rincón del que se desprendían jugos apetitosos, siguiendo con su camino pudo
saborear de nuevo el ese rincón tan preciado por ella, los lengüetazos era
acompañados por sus dedos deslizándose entre el sexo de Annabel, quien podía
percibir su inminente te gozo, sacudiendo todo sus cuerpo llegando a placer. La
rubia subía ya terminando con su arte amatorio con besos en todo el cuerpo, en
la tripita en los pechos generoso que subían y bajaban al ritmo de una
respiración agitada que poco a poco se hacía sosegado, para que las dos amantes
doncellas terminaran con un suave beso en un abrazo armonioso en la pieza
tenuemente iluminada por la lámpara, en la cabaña que era salpicada por una
lluvia torrencial con el cielo gris…….
Annabel despertó
sobresaltada no había tenido un sueño tan húmedo y tan realista como este se
sintió tan real estaba tan cansada, respiraba agitadamente su sabana estaba
húmeda fue un orgasmo en toda regla no lo podía creer, pero estaba satisfecha
incluso más que después de su sesión onanista de hace unas horas antes de
dormir y con una sonrisa se sumergió de nuevo en los placeres oníricos.
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