Vidas Pasadas IV
IV
Esa mañana fue la mejor que había tenido desde que comenzó el año. Después de las clases a la salida decidieron estudiar en casa de Paula, caminaban a la salida cogidas de la mano, Annabel se sentía como en uno de esos cuentos rosas, irónico pues nunca le ha gustado esa literatura rosa aunque lo que le gustaba leer era al maestro de Boston el gran Poe y sí que tenía poemas románticas y cuentos pero en ellos siempre la doncella siempre muere, ese es como bien lo expresara el mismo Poe era el tema más romántico para escribir aunque para esta época ya haya caído en decadencia.
Sin darse cuenta se
encuentran con Javier este no le dice nada solo la mira con frialdad notando
como caminaban tomadas de las manos las chicas, el aun no lograba comprender
que ya no tenía cabida en su vida, pero se resistía a fracasar debía ser suya.
A las chicas las
esperaba el padre de Paula, este era un hombre de unos 45 años igual que su
hija rubia, pero con ojos verde a Annabel le dio la impresión de un actor de la
vieja era de oro de Hollywood todo un galán, vestía de un traje formal los
pantalones y el frac de un color negro, la camisa era de un inmaculado blanco y
la corbata de color verde claro; Annabel pudo percibir una rica fragancia a cítrico,
pero sin dejar de ser viril. Este al ver a su hija solo extendió sus brazos
para la pequeña rubia le se echará encima soltando Annabel, que solo observo el
hermoso encuentro de padre e hija.
Paula después de besar
a su padre y volviéndose a ver a Annabel dijo:
— Papá ella es
Annabel, es una amiga—Dijo sonrojándose. Annabel extendió la mano derecha
estrechándosela, el hombre rubio con una voz gruesa, pero de una calidez
asombrosa para Annabel dijo:
— Mucho gusto Annabel,
mi nombre es Julio Cesar Como el emperador. — Annabel hizo con fuerza el saludo
— es Ud. Una señorita muy fuerte— Dijo divertido, para abrir la puerta de la
camioneta. — Señoritas su carruaje aguarda.
Annabel pasando por su
lado y haciendo una reverencia un tanto divertida le acoto:
— Gracias su majestad. — Entrando al auto le
dio un codazo a Paula diciéndole:
— Tu papá es hermoso si fuera hetero me le insinuaría.
— Paula devolviendo el codazo me reto. — La tendrías pérdida ya conocerás a
mamá. —
El viaje a casa de Paula fue corto Paula y
Annabel lo único que hacían era verse intensamente, un dialogo que mudo donde
las palabras sobraban. Julio solo las veía por el retrovisor, él, aunque no
estuvo muy de acuerdo ya había aceptado a su hija, y por el brillo de sus ojos
sabía que su pequeña había encontrado a alguien especial.
La casa de Paula era
una gran construcción de dos plantas con una fachada de lujo como lo vio
Annabel, era un cuadrado perfecto y en la mitad estaba es alzaba un portal al
estilo clásico con cuatro columnas que soportaban el pórtico toda la
construcción de un inmaculado lanco, para Annabel se asemejaba un chateau
francés a pequeña escala aun así supo que estaba entrando a una residencia solo
un poco más suntuosa que la suya. Al entrar pudo observar que el interior de
paredes de color crema estaba decorado con una cantidad de pinturas y retratos
y aunque no era conocedora de arte pudo ver que tenían unas pinturas de gran
calidad.
Al frente de la puerta
se encontraba una escalera hacia la planta alta, la cocina se encontraba al
lado izquierdo, el derecho era dispuesto con lo que parecía un living. Annabel
solo se dedicaba a observar mientras caminaba ya cogida de la mano de Paula, al
ver esa magnificencia se había intimidado un poco, ya que, aunque su casa era
hermosa esta por mucho estaba mejor, y preguntándose si el Sr. Cesar fue el
constructor.
Paula la empujaba
hacia la izquierda, entrando a la otra habitación igual de genial, era ocupada
en parte por una gran mesa de cristal y unas sillas de gran decorado. Entrando
de una puerta a la derecha del salón una mujer de una belleza extraordinaria
con unos ojos azules como los de Paula debía ser su madre, esta mujer no era
rubia sino pelirroja como Annabel. Annabel no pudo dejar de apreciar en esta
mujer cierta similitud con su profesor, aun la madre de su amiga tendría la
edad de su padre.
— Mi niña…—Dijo la
dama abriendo los brazos para estrechar a su pequeña que ya llegaba junto a ella.
—…trajiste una amiga a almorzar. Sentencia la dama.
— Si mamá, ella es Annabel—
Dijo Paula presentándolas. — Annabel esta es mi madre Ana María. —
— Mucho gusto— Dijo. —
Annabel acercándose y estrechando la mano que
extendía la Sra.
— Es Ud. Realmente encantadora.
—Annabel dijo esto con un pequeño rubor.
— Gracias querida— Respondió María. —
— Si, como debemos
estudiar juntas y ayer fuimos a mi casa y vinimos a la suya—Termino Annabel.
Después del almuerzo,
Annabel y Paula, subieron a la habitación de esta última, Annabel estaba
impresiona por el hogar de Paula, después de subir por una escalera ce peldaños
de parqué y un esquisto hierro forjado con multitud de adornos e
incrustaciones, llegaron a la segunda planta en esta se encortaban las habitaciones,
giraron a la izquierda abrieron una puerta de madera con pequeño aviso de latón
con florecitas que ponía PAULA en caracteres mayúsculos y letras cursiva,
Paula está nerviosa,
sabía que sus sentimientos por Annabel eran muy fuertes desde ayer solo pensaba
en ella, ya sabía que el afecto era mutuo, pero como avanzar, su ansiedad era
palpable. Al entrar a la alcoba Annabel no pudo sino sorprenderse era la
habitación más rosa en la que había entrado en su vida, aunque era mucho para
ella le pareció tierna ya que para ella Paula era como la princesa de un cuento
de hadas, tenía algo de similitud con la Paula de sus sueños.
Paula al entrar puso
una música de piano, para Annabel le sorprendió que fuese claro de luna una de sus
sinfonías favoritas de Beethoven, en ese instante quedo sosegada. Paula solo
viendo cara de serenidad de Annabel supo que esta tarde sería inolvidable.
No perdieron tiempo,
aunque los deberes no eran muchos decidieron terminarlos rápido
Dos horas y media
después los deberes ya estaban listos, Paula se encontraba expectante, Annabel
ya conocía el pequeño sentimiento que nacía en su pecho y aunque era la segunda
vez que lo proponía y que la primera fue un total fracaso, quiso arriesgarse, y
tomando las manos de Paula entre las suyas, tomando valor dijo:
—Paula, aunque
llevamos poco conociéndonos, aunque son dos días yo… — su voz era entrecortada
y le empezaron a sudar las manos.
— …tú me gustas, y me
gustas mucho espero que no te enfades. —
Paula que se sentía en
la gloria solo puso sus dedos en los labios de Annabel pensando que labios tan suaves.
— Tranquila, Annabel,
y no, no me enfado tú también me gustas y si podemos ser novias. — Acercándose
a Annabel poso sus labios sobre los de ella.
Annabel no podía creer
hasta el tacto eran igual esto era como un sueño, pudo apreciar el olor
afrutado de Paula y el sabor de sus labios de un dulce casi como chocolate, ya
había probado esos labios en sueños, pero en este momento supo que no soñaba
que era real.
Paula era la segunda
chica que besaba y sabia mejor que la primera, sentía mejor, estaba en su
propio cuento de hadas dos almas destinadas por designio del destino. Sentía
las agradables mariposas que hablaban las novelas románticas que leía y le
hacían suspirar. El momento del beso fue interrumpido por el timbre del celular
de Annabel. Esta maldiciendo al trasto digital lo tomo y contesto:
— Halo— dijo de mal
talente. — Detrás de la línea la voz de Carmen sonó molesta — Así contestas a
ti madre señorita.
— ¡Oh! Lo siento
madre, dime bendición. -dijo un poco avergonzada. — ¿Dónde estás? ¿No llamas
siquiera para avisar? — Dijo la Carmen enfada.
— Lo siento madre
estoy en casa de Paula hoy, fue de improviso, pero voy a casa— Dijo Annabel. —
Tranquila estoy bien almorcé con los padres de Paula llego a casa en una hora,
bendición adiós.
— Está bien hija, te
esperamos, Javier está aquí. — Annabel al oír esto se puso colorada de la
rabia, ¿porque él tenía que ser tan fastidioso? ¿Por qué no podían ser solo
amigos?, colgó el teléfono y viendo triste a Paula le dijo:
— Me tengo que ir mi
madre llamo, es por una estupidez— Dijo esto recogiendo sus cuadernos, los
guardo en la mochila, estaba triste, pensaba pasar una tarde con Paula y ahora
tendría que lidiar con su madre y con Javier, en verdad quería a Javier con un hermano,
pero estaba llegando a un límite.
— De verdad lo siento
muchísimo Paula, pero debo arreglar este asunto. — Tomando la Paula por la
cintura y dándole un beso pausado lento pudo sentir como la lengua de Paula
jugaba en si boca, esto sería lo mejor de ese día que ahora empezaba a añorar.
Las jóvenes bajan al
portal. Annabel vuelve a admirar el decorado, las pinturas todo en esa casa le
fascinaba, se sentía en un palacio.
Ya en la puerta volvió
a abrazar y besar a Paula impregnándose de su aroma particular era tan bella,
dándole una caricia en su mejilla se despidió:
— Te llamo mi amor-. —A
Paula le brillaron los ojos sin poder anticiparlo lo dijo y se sintió como
idiota pero feliz:
— Te amo Anna. —
Annabel aturdida por
lo escuchado solo atino a responder: — Yo también. — Y emprendió el camino a
casa.
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